jueves, 17 de junio de 2010

Los Pumas


El domingo se cumplió un año del debut de Los Pumas en el Mundial de Francia. En esta nota, te proponemos hacer un viaje por la historia y revivir aquellos días en que el rugby argentino emocionó a todo el mundo.




Habría que preguntarse qué conmovió más aquella noche del 7 de septiembre del 2007 en el Stade de France: si los 15 Pumas abrazados, llorando, entonando el himno nacional, o la corrida inolvidable –e inalcanzable- del Nani Corleto hacia el ingoal francés.



Argentina, hace un año, daba un batacazo mundial y en la apertura de la Copa del Mundo, ponía de rodillas al seleccionado local por 17-12 y empezaba a escribir su página más gloriosa de un libro que aún sigue abierto.



Claro, el camino no fue fácil. Para nada. Los pasos se dan de a uno. Y eso, Los Pumas, lo aprendieron a la perfección, y así lo plasmaron en el campo de juego. En la segunda presentación mundialista, el duro equipo georgiano, en Lyon, puso a prueba la tenacidad y el temple argentino, que no se rindió hasta el último minuto, cuando Fede Martín Aramburú conmovió y apoyó el tan ansiado cuarto try (33-3) para sumar el punto bonus, clave en lo que vendría después.



Luego, Namibia asomó en el horizonte Puma en la bella Marsella. Esta vez, lo que afloró fue la entereza y la fuerza de estos 15 batalladores que se repusieron a una mínima desventaja inicial para demostrar todo su poderío. El 63-3 final, inapelable, por cierto, resultó la dosis de inyección anímica justa y necesaria para encarar el trascedental choque ante Irlanda.

El Ninja Todeschini, quien había amagado con abandonar al equipo y perderse el resto del Mundial por un problema en una de sus rodillas, vivió su revancha personal y volvió a conmover a más de uno con su try: mirando al cielo y con lágrimas en los ojos, agradeció la nueva oportunidad.



Quedaba el último paso de la primera fase (Irlanda) y solo una catástrofe podía dejar a Los Pumas sin el primer puesto del grupo y, así, tener que vérselas con los temible All Blacks en octavos de final. Pero de poco importó. Porque enfrente estaban nada más y nada menos que los irlandeses, con quienes habían quedado más de una cuenta pendiente cuatro años atrás en Australia.

Por eso, con el corazón, la garra y la mística Puma, Argentina se llevó ese partido por 30-15. El Parque de los Príncipes vivió en carne propia la conmoción de estos argentinos, esta vez, con la magia de Juani Hernández, ya sea con su pie derecho o su pie izquierdo: tres drops y primer lugar del Grupo de Muerte asegurado.



Tanta algarabía había causado el seleccionado nacional que, antes de enfrentar a Escocia nuevamente en el Stade de France, lograron algo histórico e impensado: que el superclásico del fútbol argentino, River-Boca, corriera su horario para no superponerse con el match de estos 15 gladiadores.

Así, por la pantalla gigante del estadio Monumental, hinchas de ambos equipos por igual, se conmovieron frente a la imagen del Chalo Longo haciéndose de una pelota muy difícil y apoyando el try que sirvió para derrotar al complicado equipo británico (19-13) y pasar, por primera vez, a las semifinales de un Mundial de Rugby.



Pero, lo dicho. El camino nunca fue fácil. Plagado de duros escollos, sino el más duro, Sudáfrica, se interpuso en el recorrido. Conmocionados, Agustín Pichot y Juan Martín Hernández, la experiencia y la frescura, se enfundaron en un fraternal abrazo y en un llanto desgarrador sabiendo que más que por los errores propios que las virtudes ajenas hicieron el sueño trunco. Los Springboks no perdonaron (13-37). Los Pumas los sintieron.



La revancha no tardó en llegar. Y la inobjetable victoria, otra vez, ante los dueños de casa terminó de escribir, con la medalla de bronce, el capítulo más exitoso para una enorme generación de jugadores, aunque el libro del rugby argentino sigue con varias páginas en blanco.



Un rugby argentino que se supo ganar el respeto de todos y que generó las primeras respuestas desde la IRB. Un rugby argentino que, aquella tarde del 7 de septiembre de 2007, dijo presente. Un rugby argentino que, aquella tarde del 7 de septiembre de 2007, conmovió al mundo.

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